Mi voz cambia por estos días. Se hace distinta bajo la sombra –o la luz- de los acontecimientos a nivel colectivo y personal. Sucesos que tienen un mismo origen, que si dejo que fluyan en la confianza de la paz alcanzada, tendrán también el mismo destino.
Mi voz se hace cada vez más tierra, más baja, café, sólida y granulada. Mi voz habla firme y con amor, el mío, el que me entrego a mí mismo y que ha logrado transformar las antiguas visiones de sometimiento para llevarlas a la libertad de proyectar ante mis ojos sólo aquello que mi piel y mi corazón quiere sentir. No digo que en este juego no me enfrente a situaciones que a primera lectura me parezcan inexplicables o de difícil conexión con la forma que he elegido vivir, pero ya no lloro por temor a no saber qué vendrá, sino por el sentir pleno de la experiencia maravillosa de estar y ser en este plano de energía materializada. El llanto por aquellas cosas que no esperaba no hace más que limpiar mi entendimiento para ver más allá de lo aparente, y eso se agradece. La voz con la que hoy les hablo nace desde dentro, desde mis vísceras humanas, desde donde quise entrar definitivamente para vivir en plenitud esta experiencia de vida en la Tierra. Vida que se construye desde las certezas más profundas, desde las verdades propias en la comprensión de que la energía que sustenta la vida soy yo mismo y al mismo tiempo lo es quien se cruza en mi camino. Esta vida terrenal y cada vez más arraigada en lo humano, surge del recuerdo de la magia de transformación basada en la aceptación del mundo y de las “leyes” que rigen el universo entero, más allá, insisto, de lo aparente, intuyendo permanentemente la mano de la Fuente en cada cosa que me rodea.
Magia consciente. La magia antigua, la del amor transformador, es la que por estos días guía mis pasos como nunca antes.
Desde que era niño hubo una certeza en mi alma que siempre intenté traer a mi cotidiano. Se trata de la verdad de que detrás de toda la vida hay un sustento de energía, que incluso más que sustentar, ES precisamente la vida toda en la que estoy inmerso. Pues bien, luego de entender esta premisa, esta comprensión se fue haciendo carne y hoy se manifiesta en una embriagadora conciencia de que todo lo que mi cuerpo moviliza, cual varita de mago, se transforma en amor y en una invitación para que lo que me rodea vibre también en esa sintonía. O mejor, mi cuerpo de carne y hueso se presenta ante la vida como un catalizador de todo el amor que me rodea…, o mejor aún, mi cuerpo y mi entorno se fusionan conscientemente y en goce en esta vibración de amor.
Ser un núcleo independiente de energía fue la llave para que todo esto fuese posible. Ya no necesitar pedir, ni tampoco entregar para que me sea devuelto. Sólo ser en la OPCIÓN de ser. Es decir, fue fundamental en un momento elegir con honestidad lo que quería para mi vida. Y por estos días las opciones están más o menos claras, como nos compartió Karen Bishop en uno de sus últimos textos. Una, no hacer nada y esperar a que las transformaciones sucedan en la confianza de que todo está en orden, y que sigan su curso, las comprendamos o no. Dos, elegir partir; sea consciente o inconscientemente, elegir desencarnar y dejar el juego porque se está poniendo muy denso y peligroso. Y tres, hacer que suceda, quedarse y vivir. Cuando tuve la claridad de que en verdad tenía que optar yo y que nadie me mostraría un camino o me tomaría de la mano para guiarme hacia la luz o lo que sea que creyera que vendría para el mundo, decidí optar en honestidad, sin juicio ante el camino tomado. Y recordé todo aquello que he venido escribiendo y que hemos compartido desde hace un tiempo, abrazándome a la automaestría que se necesita para CREAR en estos tiempos nada de fáciles. Fue entonces que dije: ¡Yo me quedo! Opté por quedarme y crear. Y la vida responde ante ese salto consciente, valiente y cargado de amor (en igual medida que las otras opciones; aquí lo que realmente importa es optar, elegir conscientemente y seguir esa ruta), porque yo, ante todo, creo en mí y en la Humanidad, en su poder para alcanzar la liberación más allá del miedo y así soltarse de la esclavitud de conciencia que la ha atado por tanto tiempo…, a la que ella misma, nosotros mismos, nos hemos encadenado.
Ahora bien, qué implica este quedarse en el juego y ser un núcleo de energía independiente que sólo ES. Primero, implica entregarse al amor como la energía de más alta vibración en el Universo porque ya se dedujo que más que temer a la oscuridad, le hemos temido a nuestra luz y al amor que la sustenta. ¿Cómo le vamos a temer a la oscuridad si hemos vivido en ella por miles de años? Ella no es lo que nos asusta, más bien hemos temido ser felices y libres porque eso implica responsabilizarnos por nuestra vida. Esto es fundamental, ya que se acepta en amor nuestra dificultad de entrar en nosotros mismos, ni siquiera entrar en la luz o en Dios, sino tomarnos nosotros mismos en nuestras manos y abrazarnos en nuestro propio pecho comprendiendo que en ese acto está el encuentro del amor original que dio vida a todo lo que existe. Este juego es con nosotros mismos para desde allí compartir a los demás los brillos que vayamos alcanzando, sin ni siquiera pretender enseñar, porque existe la conciencia de que cada uno es una ruta por sí solo mientras recuerda lo que es en esencia y el rol que vino a desempeñar en esta vida.
El juego es conmigo, ya sin miedo que me gobierne porque soy el que soy en mi propio amor, porque en mí vive la mayor luz a la espera de poder espejear a quien se me ponga por delante, y mostrarle de una vez que esa luz que ve es precisamente de él o de ella.
En segundo lugar, quedarse y seguir creando un maravilloso futuro implica NO ESCAPAR, o mejor dicho, dejar de hacerlo. No estar permanentemente haciéndole el quite a la vida como si fuera algo malo o como si fuera amenazante estar en ella. Implica respirar ya no sólo con los pulmones, sino que con el cuerpo entero, sin miedo a exhalar lo que haya dentro de uno mismo, sin miedo a ser lo que se es, sin miedo a nuestra propia locura y a nuestra poesía, sin miedo a nuestra magia. Pero ojo, miedo siempre habrá, pero uno que ya no nos gobierne, sino que se supere, que nos avise y nos instale en una necesaria alerta para dar el siguiente paso en plena conciencia. Este quedarse implica entonces, ser responsables de nuestras experiencias personales y colectivas, porque que el mundo después del 2012 es para seres soberanos, conscientes, autónomos y libres. Eso es lo que estamos construyendo hoy por hoy junto a la Tierra.
Quedarse implica también aceptar y respetar con amor incondicional que otros quieran partir o no quieran hacer nada y esperar (como otra forma de energizar de amor al mundo). Son opciones de este viaje, y si están ahí, bienvenidas sean. En mi caso, acepto que hasta el último minuto pueda haber alguien que quiera tomar la invitación del amor, porque elegí y acepté quedarme para estrecharle la mano. Implica muchas veces entrar en el mismo infierno (enfermedad, sufrimiento, dolor, miedo, etc.) con el riesgo de caer en él y en su locura de sometimiento, llegando a creer en la ilusión desempoderadora y sentir nuevamente miedo a vivir. Es decir, estoy dispuesto a cerrar las puertas del infierno luego de que el último ser se decida a salir de allí; sólo acompañándole, abrazándole, observándole, respetándole y amándole. Asusta a veces y también atrapa de vez en cuando, no lo niego, es fuerte esta energía colectiva que se entrega al miedo, pero recuerdo (vuelvo a pasar por el corazón, vuelvo a ver con amor) a cada instante, porque es un sentir en mi corazón, que este último viaje hacia la luz, esta vez un viaje de carne, sangre y huesos, lo hacemos todos o ninguno.
Yo me quedo en la Tierra dispuesto al temblor del suelo, al baile del océano, a los fuegos del volcán y a toda necesaria transformación de nuestro planeta, recuperando lo simple y lo cotidiano, eso que aparentemente nos aleja de lo espiritual, porque sé que lo que me religa a lo divino está en mi interior y se manifiesta desde allí en todas las formas del mundo. Recuperando el contacto puro, acorazonado y abierto con los demás, el abrazo, la sonrisa, los sabores, los cariños, con todo y con todos, sin distinción, sin juzgar ni caminos ni opciones, porque entiendo que en todo lo que miro está el amor, porque sentientiendo que hurgueteando en el miedo y en la oscuridad encuentro siempre un tesoro de luz. Y sentientendiendo que para tomar el tren en este viaje no hay formas determinadas, sino un salto propio y único al interior del amor que no es más que la confianza en uno mismo, es decir, en Dios Padre-Madre hecho carne en lo humano, sea cual sea la forma que adopte en lo cotidiano.
¡Yo me quedo para crear y hacer que el amor se haga carne! Participando de todo lo nuevo que se nos viene por delante, amando lo antiguo para que acepte la inevitable transformación, en eterna gratitud por lo vivido y las infinitas posibilidades que se abren ante nuestros cuerpos, mentes y corazones.
Un humano presente en la Tierra, que disfruta todo desde el recuerdo de su luz.
Esta es mi ruta.
Por Roberto Cabrera Olea
Chile / 22 de mayo de 2010
magomirdin@gmail.com
sábado, 22 de mayo de 2010
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3 comentarios:
Gracias Roberto, es maravilloso compartir tu sentir y tu amor por la humanidad. Eres una Fuente de Agua Viva.
Yo también elijo quedarme, para eso estoy aqui, para ayudar a "atravesar" las puertas que nos guian hacia la consumación del Plan de Dios. Besos de Luz. Namasté.TäRA.
Ya estoy siguiendo el blog espero sea con suerte, yo de a poquito estoy creando uno vere que sucede. un abrazo lleno de luz***
ESTIMADO ROBERTO SIN DUDA TU OPCION ES MUY VALIENTE Y SIN DUDA TU ALMA LLEGARA LEJOS,SUERTE EN TU OPCION.
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