lunes, 23 de marzo de 2009

Entrega Nº 11: DESACRALIZAR EL CRECIMIENTO INTERIOR

Queridos amigos.
En nuestra ruta hacia el encuentro de nuestra esencia y de nuestra conexión con la Fuente y la verdad, muchas veces caemos en aferrarnos en formas establecidas casi como recetas que nos garantizan dicho contacto y crecimiento. No digo que nos aporten en ello, pero de alguna forma nos mantienen en la energía del tutelaje y en la sensación de que hay una forma mejor que otra para alcanzar despertar y conciencia. Al mismo tiempo, caemos en creer que si nos saltamos una parte de esa forma o receta, no estamos conectándonos bien o no se cumplirá nuestro objetivo.

Sin duda que estas formas nos sirvieron por muchos años de nuestra historia para encontrar nuestra espiritualidad a veces tan escondida, porque en esos tiempos la vibración de la Tierra y de la conciencia humana no estaba tan alta ni tan cerca del cielo como lo está hoy. Hoy, estos tiempos de maravillosos cambios ya nos han instalado a un estirar la mano de alcanzar nuestra verdad esencial, nuestra espiritualidad, a partir de un crecimiento interior que no necesita ser difícil ni complicado, y no necesariamente tiene que traernos dolor…, ya que eso es parte también de antiguas creencias.

Una de las trampas que se nos ponemos en frente al creer tanto en las formas de los rituales o ceremonias, o las formas de hablar con Dios o con nuestros guías, en definitiva de ligarnos al cielo, es la de sacralizar ese espacio de conexión. Me refiero, a sentir que esos actos de conexión nos vincularán con algo que está lejos de nosotros, y más que eso, que ese algo es mejor que nosotros…, lo sagrado. Y lo sagrado considerado como una experiencia que no se encuentra en lo cotidiano sino sólo en esas formas y concepciones de lo que es divino y humano como partes separadas y que necesitan de un gran trabajo para volver a ser unidos.

Bien, este tiempo en que se apela a la automaestría de cada uno de nosotros para liberarnos del sueño del olvido y reconquistar nuestro empoderamiento, nos abre la puerta a creer en algo mucho más valioso, conocido pero olvidado, cercano y propio, antes que seguir poniendo nuestra conciencia y nuestro amor en circunstancias externas que a larga, paradójicamente, nos debilitan. ¿Por qué? Porque esas recetas o formas nos muestran un camino que no necesariamente es nuestro ya que cada uno es único, realizando un viaje único. De esta manera, cada duda sobre cómo hacer las cosas se resuelve con el caramelo de la guía externa que supuestamente nos garantiza una ruta segura hacia Dios. Oh paradoja, si ya todos sabemos que somos Dios en acción en la Tierra, y que más allá del cliché, somos todo el universo en acción desde la carne, ¿porqué entonces seguimos buscando esa guía externa y la forma establecida y muchas veces añeja, para que nos diga quienes somos y cómo debemos actuar para encontrarnos con nosotros mismos? Nadie, mis queridos, sabe más que tú de ti mismo…, es imposible, ni siquiera los ángeles y los guías. Lo que ellos pueden mostrarnos es lo que nosotros hemos olvidado, pero está en nosotros recordarlo y retomar el poder en nuestras vidas, recordar nuestra maestría.

No reniego de la forma, ni de la disciplina, ni de los rituales…, pero quiero darles su justo lugar. Al final, lo que más vale es tu pasión por la acción en el ritual, y esa pasión de la acción consciente muchas veces se confunde con obediencia y adoración a lo que en ese ritual se está trabajando o invocando.

Desacralizar el crecimiento interior consiste en dejar de ver en este proceso tan natural de reconexión algo que no conocemos, y como dije antes, mejor que nosotros. La humanidad y la divinidad no están separadas, son uno en la conciencia…, pero han estado ilusoriamente separadas en la mente temerosa y desconfiada del humano que cree que es poca cosa o que le falta tanto por trabajar para alcanzar a Dios. Ya eres Dios simplemente por pisar esta Tierra y basta con dejar de ver como tan lejano a Dios, lo divino y lo sagrado para que lo puedas sentir en tus actos cotidianos. Esto se trata de conciencia más que cualquier otra cosa, y esto implica el recuerdo de quienes somos en verdad, y ya basta de mirar en menos nuestra experiencia terrenal, porque en ella encontraremos la plenitud de haber vuelto a tocar nuestro corazón con el amor que somos.

La vida en la Tierra nos invita a disfrutar del sentir…, a sentir placer siempre y por cualquier aparente pequeñez. Ya no culpa, sino responsabilidad; ya no juicio, sino conciencia; ya no dolor, sino amor…

Me encantan las paradojas, porque la vida está llena de ellas, es más, la vida misma es una paradoja ya que la nueva energía no es ni lineal ni se puede explicar como hemos aprendido a explicarnos las cosas. La nueva energía que sustenta esta nueva conciencia se siente y se vive, se experiencia. Y la paradoja final de estas que tanto me gustan porque me instalan en la incertidumbre que me lanza por un tobogán de sensaciones, consiste en que al desacralizar el crecimiento interior y las experiencias que conocemos para conectarnos con Dios, lograremos traer la pasión de vivir y de conectar con lo divino a cada acto cotidiano de nuestras vidas. Al reconocer que lo divino no está lejos como creíamos y que la energía de amor de la Fuente vibra en nuestro cuerpo siempre -aunque nos sintamos tan solos, malos o indignos-, todo acto tan común como lavarnos los dientes, o ponernos la ropa, nos puede trasladar al sentimiento de nuestro Dios interior. Sólo se trata de autoconciencia, de autoamor y de sabernos maravillosos dioses en un juego, para que la vida se transforme en un PLACER divino.

Deseando que disfrutes siempre de esta vida, que ya es sagrada y divina dentro de lo más pagano.
Con amor.
Yo Soy Roberto.

Por Roberto Cabrera Olea / 23 de marzo de 2009 / Santiago de Chile
www.automaestria.ning.com

miércoles, 4 de marzo de 2009

Entrega Nº 10: LA VERDAD RESIDE EN ACTUAR DESDE EL CORAZÓN

Queridos.
No hay mayor prisión que tratar toda una vida de actuar “bien” o “como se debe”, porque en ese intento no muestras nada, no te muestras a ti mismo, te ocultas aferrado a la imposible proyección de no ser amado, y eso…, eso es la muerte, pero aquella muerte inconsciente, aquella en que no se sabe que se está muerto y donde creemos que estamos vivos.

Nadie niega que se vive en la vida durante mucho tiempo en ese estado de aletargamiento, y que en algún momento se puede despertar…, es nuestro anhelo; pero es importante reconocer cómo nos aferramos al miedo a actuar en verdad, desde el corazón, porque de una u otra manera nos es más fácil negarnos y obedecer dictámenes que nos dicen que si nos ocultamos, que si dejamos para otro momento nuestra aparición en el mundo tal cual somos, tendremos la oportunidad de ser amados como creemos necesitarlo, esperando siempre que un externo, que otro que no somos nosotros mismos, nos entregue esa aprobación que significa a la larga ese cariño que creemos no tener en nuestro interior.

Vivir en verdad -escuchando y dejando que el corazón se exprese, y sin juicios a priori porque las normas nos enseñaron a actuar criticándonos- es ahora o nunca. Vivir en verdad es actuar desde el amor que reside en nuestro corazón, ya que en él no hay bueno ni malo, sólo hay un ser de luz que quiso conocer la experiencia de ser carne en un mundo de formas y olvido… El amor por uno mismo comienza a mostrársenos como la única forma de encontrar la verdad tan anhelada. La verdad que ya no encontraremos ni en los libros sagrados, ni en la súplica a un Dios visto como ese ente que nos mira desde lejos y desde afuera. Esa verdad tiene un único recipiente que tiene todo escrito y sin necesidad de palabras; ese recipiente que tanto criticamos, que tanto juzgamos, que tanto negamos deteriorándolo hasta la enfermedad, que tanto nos cuesta amar; ese recipiente que oculta esa verdad única y divina es quien lee y quien escribe, es nuestro acto más allá de la razón, es nuestro cuerpo de carne que manifiesta el espíritu, es el alma única e irrepetible que decidió venir a vivir en plenitud esta vida logrando transformar el sueño del olvido en vida plena, consciente y feliz. Ese recipiente que contiene la verdad más alta que por eones la mente humana a buscado conquistar tiene tu nombre, en la aparente imperfección en la que crees encontrarte, e incluso en la incredulidad por estas palabras…, la duda muchas veces nos lleva al encuentro de la certeza porque le creemos tanto o más que a nosotros mismos. Si tan sólo creyésemos de la misma forma en nuestras intuiciones, en nuestro susurro que emana del corazón, no me creerías loco y no sentirías que te falta tanto para alcanzar el despertar. Ahora ya eres perfecto si así lo crees, y si te equivocas o dudas como sé que lo estás haciendo, pues bien, equivócate y duda con todas tus fuerzas para que sea el error más grande y mejor cometido de tu vida; y ese error hecho con ganas y sin miedo a errar te mostrará la verdad, porque hasta ese error nacido desde la pasión de ser te puede develar a Dios…, ya te podrás ver a la cara sin temor a reconocer tu esencia, ni bueno ni malo, tan sólo tú.

¿Verás oscuridad? Sin duda, porque Dios no tiene cara ni sello, sólo es, y reconocerás en esa oscuridad un tesoro de luz oculta, sólo verás el revés creado por la mente…, verás a fin de cuentas que no hay distinciones verdaderas entre esa luz y esa oscuridad, verás algo amable incondicionalmente.

Serás libre de una vez por todas. Más que pensar en sanar, en aprender, en crecer, en alcanzar la conciencia ampliada, y en meterte más conocimientos antes que conquistar sabiduría, lograrás estar en el mismo acto de ser fuera de tu prisión, lograrás sacudirte de tanto prejuicio y recién conocerás el verdadero amor que siempre has estado buscando, el único amor que te llevará a la verdad de ser, ese amor que sólo te puedes dar tu mismo y que te instalará ante tus propias respuestas. Eso es ante todo la automaestría: la libertad de ser en conciencia de amor. Ya que sabrás de ti, ya que no estarás dormido, te conocerás, no te negarás, y caminarás libre, perfecto en tu imperfección, perfecto en tu error apasionado, perfecto y poderoso como lo es Dios porque él no se juzga, ese no es su juego, y ya es tiempo que nosotros nos salgamos del juego del miedo a ser libres, para ser quienes somos plenos, para ser tú mismo.

No podemos pretender alcanzar la conciencia de la verdad si no nos exploramos y no nos dejamos aparecer tal cual somos. El misterio a develar y que se mostrará como esa verdad última, sólo reside en tu corazón y en el amor de permitirle expresarse libre, sonriente y feliz. En definitiva, la verdad es mucho más que un conocimiento, es el acto de un ser libre que pisa la Tierra sin miedo a ser.

Con amor.
Yo Soy Roberto.

Por Roberto Cabrera Olea / 4 de marzo de 2009 / Santiago de Chile
www.automaestria.ning.com