lunes, 15 de febrero de 2010

ATREVERSE A VIVIR EN UN SUEÑO

Suspiro por dentro al comenzar a escribir estas palabras. Mi corazón necesita asentarse en una sensación perseguida por años y que he ido alcanzando, aunque por instantes los hábitos antiguos se asomen terriblemente. Pero es natural, todo es natural cuando acepto que la vida en la Tierra tiene sus altos y bajos, además de sus dualidades en que la comprensión más amplia puede verse influida por sesgos culturales y valores que separan la totalidad de las experiencias catalogándolas como buenas o malas.

Creo y siempre he creído que es posible lograr vivir un sueño en la Tierra. Y que quede claro que no hablo metafóricamente, sino que me refiero a alcanzar ese estado en que puedo ver con los ojos abiertos lo que imaginan mi mente y mi corazón, y experienciar en mi cotidiano esas fantásticas conexiones que aparentemente son sólo posibles en espacios oníricos. Y ser consciente de ello, es decir, darme cuenta cómo la vida se despliega magnífica y todo-posible ante mi cuerpo y mis manos creadoras, ante las demás personas; notar y maravillarme ante apariciones de soles hechos seres humanos, de estrellas manifestadas en plantas o de ángeles encarnados hasta en los seres que aparentemente pueden llegar a dañarnos. Es más, notar cómo esos ángeles se me muestran para que definitivamente me limpie de los sesgos con que veo el mundo, para crecer y entender que todo está bien como está, todo está en orden si percibo con amor y comprensión lo que llega a mi vida día a día.

Soñar despierto, vivir maravillado y creando todo con amor, es una especie de consigna que desde niño supe que sería mi ruta en esta vida. Existía muy dentro mío una certeza extraña de que el mundo era mucho más de lo que los adultos me decían que era, y que había una fuerza que habitaba en todos y que era capaz de transformar cualquier cosa en algo hermoso y digno de admiración, la certeza de que todo era posible. En ese entonces, esa sensación me llevaba al llanto y a una nostalgia difícil de manejar ya que no se correspondía con la forma externa de ver las cosas y de vivir la vida. Era mi patrimonio, uno que gracias al Cielo nunca olvidé y que en estos tiempos se hace realidad, se concretiza. De alguna forma he ido aprendiendo a traer la verdad que fundamenta toda existencia en el Universo, a la realidad material en la que vivo.

Siempre creí, siempre soñé, siempre imaginé. Y noto hoy cómo estas condiciones del alma no son otra cosa que la capacidad mágica creadora con la que contamos todos para manifestar nuestra experiencia en la Tierra. Es así, siempre lo ha sido aunque no lo sabíamos, y siempre lo será porque es la condición alquímica que desde el Principio ha permitido la transformación de lo sutil a lo material, para que desde allí, el recuerdo, nos permitiera transformar lo material en sutil, pero no fuera de nuestra actual existencia de carne y huesos, sino dentro de ella, como magníficos seres humanos despiertos y conscientes de que el gran misterio de la vida es atrevernos a vivirla en plenitud, en amor y valentía, haciéndonos responsables de la energía que movemos para crear, y así alcanzar la autonomía y la libertad para dejar de ser víctimas de todo. En definitiva, es atreverse a ser feliz, a vivir el sueño, y dejar de responsabilizar a cualquier circunstancia externa por no alcanzarlo.

Y me atreví. Me entregué a las múltiples posibilidades y a sentir que toda la existencia está en mi presente, y que si me preocupa en algo mi futuro, lo mejor es soltarlo para que se cree en toda plenitud, ya no en control, ya no en miedo. Pero es increíble como surgen a veces esos antiguos hábitos desempoderadores y manipuladores de la experiencia, y no permiten que las cosas estén bien, y me llevan a esperar que aparezca algo para echarlas a perder. Me río, no sé, simplemente me río de darme cuenta, y creo que esa es la gracia de todo esto, aprender a reír, porque no pretendo alcanzar perfección al estilo que se nos ha enseñado, ni que desaparezcan de mi vida los miedos y la incertidumbres; lo que me ha hecho feliz es aprender a observar estos estados, entenderlos, abrazarlos con amor y sin juicios, y dejar que se esfumen en la risa y la alegría de la conciencia, del darme cuenta que este juego de la vida es eso, un juego abierto y dispuesto a mis anhelos, un juego generoso y libre.

A la larga se trata de aceptar la felicidad en mi vida, y no hacerle zancadillas permanentemente porque no me atrevo a ser feliz. Es fuerte esta energía que destruye, pero sé que yo lo soy más porque esa energía también es mi creación…, y me río a carcajadas esta vez, porque todo retorna a mi magia creadora, todo lo que construye o destruye en mi vida nace de mi capacidad de creación.

¿Y por qué no me atrevo a ser feliz de vez en cuando?, porque aún dependo de otro u otra para crear mis experiencias, y no se trata de desvincularme de los demás, sino que relacionarme con ellos en libertad, sin achacarles responsabilidad en mis experiencias y sin actuar para buscar esa aprobación que nos suena a amor por parte de ellos. Ellos son ellos y cada uno tiene su propia responsabilidad en su vida; es decir, no permito que me achaquen culpas, y al mismo tiempo estoy atento a no echarles la culpa a ellos por los que sea que no me gustó vivir…, pero ojo, me pasa, y tal vez me seguirá pasando, pero esta honestidad conmigo mismo me hace sentir paz, y puedo volver la mirada a mí mismo con amor y recordar algo nuevo. El peso en la espalda desaparece y es la mejor manera, la mejor técnica para revitalizar mis energías y mis ganas de vivir: entender que mi vida entera es un juego conmigo mismo, con mi capacidad de auto-amor. De esta manera dejo de joder y criticar al mundo de afuera, un mundo que ya no pesa, y le entrego un humano más tranquilo y sonriente. Le entrego energías renovadas, lo único que se necesita en este momento para que la conciencia humana y nuestro amado planeta transiten hacia su nuevo lugar en el concierto universal. Es lo único, un humano libre y sonriente es lo que hace la diferencia para entender que el mundo no se está destruyendo, y para vivir todas las transformaciones de la Tierra en comprensión del juego mayor.

A la larga, uno se queja de la vida o de los demás o por uno mismo, por miedo a vivirle a la vida toda su medida y todas sus posibilidades. Creer que es uno quien crea la vida, con amor o sin él, es una gran tarea porque hay que hacerse responsable de todo lo que vivimos. Pero la única receta, la única técnica para que cambie la percepción de dificultad, es el amor propio. Cuando hay dificultades trato de recordar que no me estoy amando tal cual soy, cuando algo me duele en el corazón trato de recordar que no me estoy amando tal cual soy, cuando hago algún daño y me culpo con dureza por eso, trato de recordar que no me estoy amando tal cual soy, y luego puedo revertir las energías con alegría, pido disculpas, me pido disculpas, entiendo que no hay maldad en lo que me llega o sale de mí, sino sólo una incomprensión (que se manifiesta en miedo) de este único misterio…, si no me amo a mí mismo, no puedo pretender que la vida y los demás me amen. Lo hermoso es que, en esta ruta hacia una vida soñada en el amor, al fin y al cabo, no necesito que nadie me ame para ser feliz y estar completo.

Acepto la felicidad en mi vida y quiero acostumbrarme a vivir en ella, no temiendo a que haya tristeza, sino entendiendo que la puedo transformar con mi propio amor.

Para terminar, lo que más me hace reír y vivir alegremente, es tener la certeza que todo humano pisando la Tierra en este momento, así como los que vendrán, tenemos esta capacidad creadora, tenemos la capacidad magnífica del auto-amor, tenemos la valentía y la fuerza interior para atrevernos a vivir felices, podemos comprender la vida y vivirla con una sonrisa eterna en nuestro corazón…, que luego se asomará en nuestra cara.

Todos podemos vivir nuestro sueño despierto.

Con amor.
Yo Soy Roberto.


Por Roberto Cabrera Olea / 15 febrero de 2010 / Valparaíso, Chile

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